La lanza es una de las armas más antiguas de la humanidad, y ha jugado un papel central en la evolución de las técnicas de combate a través de las edades. Su apogeo en la Edad Media, como arma emblemática de la caballería, da testimonio de su importancia estratégica y simbólica. Compuesta por un largo asta de madera de unos tres metros, coronada por una punta metálica afilada, la lanza combinaba alcance, poder de penetración y maniobrabilidad.
Más allá de su famoso uso en las cargas de caballería, la lanza era un elemento clave en las formaciones de infantería, como lo demuestran las compañías de ordenanza francesas. Su versatilidad permitía su uso tanto a pie como a caballo, ofreciendo a los combatientes una ventaja considerable para mantener la distancia y perforar las defensas enemigas, incluyendo las armaduras más robustas.
En el contexto de la HEMA, el estudio de la lanza abre una ventana fascinante a las técnicas de combate medievales. Los practicantes exploran una gama de movimientos que van desde poderosas embestidas hasta golpes precisos, pasando por técnicas de bloqueo sofisticadas. El énfasis está en el dominio de la distancia, la coordinación y la precisión, esenciales para aprovechar al máximo el potencial de esta imponente arma.